Introducción a una teoría dual de la estética del arte valenciano contemporáneo.



Ahora puedes leer de forma exclusiva aquí en Creaturae Verbum (y en el catálogo publicado) el texto completo que escribí para el catálogo de la exposición Identitart, donde desarrollo una propuesta teórica en torno al arte valenciano contemporáneo que expondré y analizaré con más amplitud en el libro en el que estoy trabajando: Pedagogías visuales de la identidad valenciana. Miradas desde el arte contemporáneo, que publicaré a lo largo de 2023. El catálogo, publicado por la Universidad de Valencia, se podrá adquirir en las librerías de la Universidad y sus centros de distribución editorial. Si quieres uno, piensa que es una edición muy limitada de ejemplares.

La exposición Identitart, forma parte del proyecto de investigación financiado por la Generalitat Valenciana con el mismo nombre y que ha implicado a varios grupos de investigación y a cuatro universidades valencianas. La Universitat de Valènica liderando el proyecto, la Universitat Politècnica de València, la Universidad Miguel Hernández y VIU, Valencian International University.

Los objetivos del proyecto se centraban en: Repensar la identidad valenciana desde una perspectiva multi-identitaria, transversal y feminista, a partir del análisis de las estéticas y las imágenes generadoras de una cultura visual identitaria. Analizar las manifestaciones artísticas valencianas contemporáneas, la cultura popular y visual y el diseño valenciano en referencia al tratamiento del tema de la identidad valenciana en las mismas. Analizar el impacto social en la población de las manifestaciones artísticas y estéticas identitarias y valorar en qué medida responden a la imagen identitaria colectiva de las valencianas y valencianos. Desarrollar un catálogo visual y estético de los símbolos artísticos que construyen una visión de la identidad valenciana como espacio permanente de consulta y posterior análisis. Analizar en qué medida la identidad valenciana se construye desde una perspectiva de género y cómo incorpora aspectos identitarios múltiples como la diversidad sexual u otras diversidades étnicas en la construcción de la imagen identitaria valenciana y en qué medida estas cuestiones están presentes en las imágenes y estéticas de ésta. Desarrollar una serie de acciones e intervenciones artísticas como espacios de reflexión que trabajen en plantear nuevas miradas sobre la identidad valenciana y analizar y medir el impacto de esas acciones entre diferentes públicos. (Repensar las identidades valencianas a través de las acciones artísticas) Analizar y desarrollar acciones artísticas pedagógicas que fomenten el replanteamiento y el pensar de forma libre sobre la construcción de la identidad valenciana desde múltiples vertientes y perspectivas.

En este proyecto pretendemos reivindicar los modelos de investigación artística e investigación basada en artes, como espacios desde los que generar nuevos conocimientos y situarlos en el lugar que se merecen dentro de la investigación académica. Para ello, resultaba imprescindible en nuestros objetivos, invitar a un grupo de artistas a reflexionar des de las artes visuales, sobre las problemáticas y las relaciones identitarias valencianas. Pensamos que la mejor forma era a través de una exposición que reuniera en un mismo espacio estas aportaciones. El formato de una exposición permite ese intercambio latente que se desarrolla al observar con atención las piezas.

La exposición, además nos permitía integrarla, dentro de una clara y fundamental vocación pedagógica, en algunas de las acciones de aula con alumnado universitario. Varios grupos de alumnos de la Universitat de València, concretamente de la Facultad de Magisterio, así como el alumnado de la Facultad de Bellas Artes, pudieron visitar la exposición, e incluso dialogar con algunos de los artistas, que expusieron su trabajo de primera mano al alumnado. Poder reflexionar conjuntamente, desde la educación y las artes en un espacio donde las obras ya establecen un diálogo entre ellas, sobre las bases de una cuestión tan compleja, y a la vez tan necesaria en el propio ámbito educativo, como es la identidad.

La identidad, no es una cuestión menor, ni baladí, estudios serios han demostrado que personas y grupos de colectivos desarraigados y no integrados en una identidad cultural colectiva, son más proclives a practicar conductas violentas que aquellas personas que se sienten parte de algo. Porque la identidad, más allá de aquella idea de nacionalismo político asociado a las naciones-estado, representa generar comunidad, establecer vínculos, lazos emocionales, que se establecen a través de medios simbólicos, con las personas con las que convives. En este proyecto, exploramos especialmente esos medios simbólicos sobre los que se construye la identidad valenciana, simplemente porque es la nuestra, con todas sus complejidades, contradicciones y conflictos, que lejos de suponer un grave problema, son una riqueza que se debe saber incorporar y explorar sin prejuicios.

Las obras expuestas en la exposición profundizan en la exploración de algunos de estos caminos, y muestran diferentes formas y realidades de hacer comunidad, más allá del banal título que el estatuto de autonomía nos otorga a los valencianos. Hacer comunidad, no es un lema bonito para la celebración del próximo 9’Octubre. Va de existir, de compartir y de aprender a partir de la diversidad y de lo común. Hacerlo desde una mirada poética, permite romper muchas barreras que se interponen en esta idea, como siempre hace el arte.


Índice del catálogo de la exposición (Interior del catálogo).

Como se pudo ver en el desarrollo de la exposición, la diversidad de artistas participantes y sus diferentes propuestas, generaron una serie de discursos, y en algunos casos, acciones, que permitieron ampliar nuestras miradas reflexivas, hacia espacios y caminos propios de la identidad valenciana. El arte, nos permite indagar hacia estructuras de conocimiento inconcebibles en otras formas o metodologías de investigación. De esta manera, la riqueza y diversidad de los discursos emergidos, nos permitió corroborar algunas de nuestras conclusiones, encontrándonos ya en la fase final del proyecto de investigación. Otras propuestas abrieron nuevos interrogantes y estimularon nuevos caminos sobre los que deambular en nuestras futuras investigaciones sobre el arte, la identidad, la creatividad, la educación artística y las pedagogías visuales como conformadoras de pensamientos, sentimientos y contradicciones identitarias.

En otro de los textos definitivos que recogen los estudios y análisis del proyecto, desarrollo la tesis que allí expondré con más detalle, de la existencia de dos grandes corrientes estéticas en toda la tradición del arte valenciano, que se extienden hasta el arte contemporáneo más reciente. Estas dos corrientes que he sintetizado en: la vertiente gótica vitalista y en la vertiente hiperbólica costumbrista y que ahora avanzo brevemente, resumen, desde un ejercicio de reflexión teórica propia de la investigación visual, todo el arte valenciano contemporáneo, que no es lo mismo que decir todo el arte hecho en el País Valenciano.

De esta forma, he realizado también el ejercicio intelectual, que siempre es un ejercicio de atrevimiento, de relacionar cada una de las obras que forman parte de la exposición con una de las dos corrientes estéticas, que en realidad se articulan como referencias de pedagogías visuales, asociadas a significados más profundos, de los que en apariencia y desde una mirada superficial, se podrían suponer. Las obras, escapan, en el ámbito de la generación de conocimientos y significados simbólicos, a sus propios autores, y devienen en escenarios vivos de reflexión. Se interponen como espacios estimulantes para el desarrollo del pensamiento crítico.
Los artistas que han participado en la exposición tienen una primera cosa en común. Son artistas que no miran hacia otro lado, que no miran al frente, disipando su mirada en un lejano horizonte difuso, que contribuye a nuestra propia disolución cultural. Son artistas que bajan la mirada, que miran a un lado y a otro, que se giran a mirar atrás, a pequeñas distancias, mirando cara a cara aquello que está y pasa junto a ellos y que les configura, son artistas que miran hacia la identidad valenciana, con la que muchos conviven de nacimiento y la que muchos otros adoptan e integran en su identidad como parte de su configuración como personas.

A partir de ahí, y siguiendo ese interés intelectual por delimitar, pero de una forma flexible y abierta, sus aportaciones, basculando entre los postulados estéticos del vitalismo gótico y del costumbrismo hiperbólico, vamos a establecer un breve recorrido por las obras, que será completado, desde una mirada diferente, por el texto del comisario de la exposición Leonardo Gómez.

Cuando hablo de vitalismo gótico, me refiero a una posición estética, que, en muchos casos, no es necesariamente pensada o intencionalmente creada por el artista, esto no es realmente importante, que hereda la sobriedad vitalista propia del gótico mediterráneo. El gótico mediterráneo, especialmente en arquitectura, se contrapone al ideal estético del gótico centro y norte europeo, atlántico, si se quiere, que explota las características de ascensión y divinidad, alterando y desafiando las mesura de lo humano, desarrollada en el renacimiento humanista, tan mediterráneo, por otra parte. Frente a esas sobredimensionadas catedrales góticas francesas o alemanas que parecen alcanzar el cielo, el gótico mediterráneo, se construye a la medida de lo humano, en una suerte de reclamo de ese espacio vital que nos conecta con la vida en la tierra, en la cultura de lo humano y sus placeres. Placeres a los que parece que nos negamos a renunciar manteniendo nuestras catedrales sobre el suelo.

Entre los artistas y obras que he decidido establecer en este primer grupo, encontramos el trabajo de Paco Benavent. Vaixell de Kharkiv. En esta pieza, la mesura y el equilibrio horizontal del ensamblaje cuidadoso de sus piezas, que juega casi a plantear una caligrafía musical, la conecta con los valores de ese vitalismo gótico al que aludimos. Una pieza, que más que esculpida, parece delicadamente dibujada, casi como una caligrafía con trazos más intensos y otros más delicados. La metáfora poética que establece juega con el contraste entre la dureza, color y textura del material, que asociamos directamente con la tierra, a la vez que la delicada forma nos remite al viento, al mar, a navegar al encuentro de otros lugares y tierras. El autor, plantea un encuentro poético entre dos culturas, dos identidades, desde el deseo de libertad y de paz hacia otro pueblo que sufre las consecuencias de la guerra.

Miguel Ángel Navarro (Escoín) a través de su Refugio, plantea una mirada, que nos conecta de nuevo con el conflicto y la guerra, para reflexionar sobre como el espacio y las circunstancias contribuyen también a esa creación de comunidad identitaria. Lo hace, con esa estética mesurada que no renuncia a plantear el deseo de vivir intensamente, propia del vitalismo gótico, mediante un libro de artista que se expande en el espacio y se abre sobre los muros de la sala. La vinculación con ese escenario tan asociada a una identidad propiamente valenciana, que es la de ejercer de forma casi perenne en el bando de los derrotados y castigados, tanto en la guerra de sucesión como en la guerra civil. A pesar de ese universo de derrotas, castigos, prohibiciones y sometimientos que arrastramos, o quizá por culpa de ellos, el espíritu valenciano se desarrolla más vitalista y recurre al ingenio, o factores como el pensat i fet. En ese escenario histórico, hacer planes a largo plazo no es garantía de nada, si alguien va a venir a bombardear tu casa, quemar tus ciudades o prohibir tu lengua materna, por lo que valoramos las cosas del ahora y los planes a corto plazo, cosa que también tiene consecuencias, no tan positivas o divertidas en nuestro día a día como comunidad cultural y política.

Carmen Marcos, por su parte recurre a un material que entra de pleno en los recorridos visuales de reconocimiento simbólico de la identidad valenciana como es la cerámica. Con su obra Corazón, nos hace latir desde el muro, con una delicadeza y un equilibrio de sobriedad casi nórdica, alejándose de las estéticas de la tan barroca y excesiva, a la vez que maravillosa, cerámica tradicional valenciana. Pero a pesar de ello, y de ese minimalismo conceptual de su estética, emerge latente ese corazón, metáfora más directa al vitalismo dudo que pueda existir, que, de nuevo, no renuncia a la vida. A pesar de todas nuestras derrotas, ese corazón sigue latiendo y se reclama discretamente como un superviviente de refugios y humillaciones que espera latente el momento de desplegar de nuevo la hipérbole y demostrar sin ambages sus ganas de vivir y de latir más fuerte.

En esa misma línea, Chiara Sgaramella presenta una serie de linografías realizadas con la propia tierra agrícola de la huerta valenciana de Carpesa en su obra Agrofuturos. La delicadeza con la que presenta y trabaja el material, elaborado como un tríptico a la manera de un oratorio medieval, donde lo divino es substituido por algo, de nuevo tan vital y tan profundamente identitario, como el trabajo de la huerta. En esta obra también se perciben con claridad esos principios propios del vitalismo gótico que he definido brevemente y que desarrollo como investigación más compleja en otros textos. Afloran esos resortes que, desde el arte contemporáneo, nos citan la necesidad de construir esos lazos identitarios, que aparecen leve y delicadamente latentes, como en la obra de Chiara, luchando por no ser culturalmente disueltos en la maraña vacía de la globalización, que no es otra cosa más que la sustitución cultural. Una nueva derrota que podría ser la definitiva.

Damià Jordà, en su pieza conformada por una vídeo instalación Una petita pàtria ahonda directamente en una estética identitaria profunda que emerge desde lo cotidiano. De nuevo, jugando a esa idea de tríptico espiritual, aunque la pieza es variable en número de canales, donde el paisaje industrial y urbano de la vida diaria de la ciudad de Alcoi articula una narrativa poética, de nuevo sobria y vitalista. A partir de la interrelación que el espectador establece entre las imágenes y los sonidos, conecta con referentes de una memoria visual compartida, que en ocasiones nos pasa desapercibida, y que a través del efecto transfigurador del arte, retomamos en nuestro pensamiento y vinculamos a nuestra memoria personal, esa que nos permite estar en el mundo, y especialmente, pertenecer a una parte de ese mundo. Integrar en el imaginario identitario valenciano el paisaje industrial, que tanta repercusión tiene en la cultura y la economía valenciana, es un camino de pensamiento que abre muchas posibilidades reflexivas.

Carlos Martínez Barragán, a través de su trabajo en La pela es la pela nos induce a un pensamiento en el que las identidades políticas son subvertidas por los poderes económicos globalizados. En ese sentido, podemos concluir que frente a modelos identitarios asociados a naciones estado, existen otros modelos identitarios que no vinculan su existencia a estos poderes, sino que son arrollados o amenazan ser disueltos por ellos, como es el caso evidente de la propia identidad valenciana.

Por su parte, Mario Paul Martínez y Vicente Javier Pérez Valero, investigadores de nuestro proyecto, plantean con su pieza de vídeo documental Apunts plurals, un potente relato, dando voz a artistas contemporáneos que trabajan vinculados a diferentes aspectos de la identidad valenciana. El tamiz que ellos le dan a esos relatos, gracias al sutil manejo de los medios audiovisuales que poseen, denota el enorme respeto que se profesa por los artistas, cuando son vistos por otros artistas. Su interés como investigadores-artistas en urdir una trama que contribuya a explicar muchas de las preocupaciones que mueven nuestro proyecto, convierte este documento audiovisual, en una obra ciertamente relevante e imprescindible para explicarnos de qué forma los artistas contemporáneos, visualizan y crean, de alguna manera la identidad propia desde los discursos artísticos. Su pieza se enmarca en el vitalismo gótico, precisamente porque aúna en ella esas dos facetas que caracterizan esta mirada estética, las ganas intensas de vivir y de hacer para no dejar de existir culturalmente, que relatan las obras y las palabras de esos artistas, tratadas con una sobriedad visual propia de los místicos medievales. Un perfecto ejemplo de vitalismo gótico.

Armand Pedrós y Ana Monzó, presentan dos piezas diferentes pero que a su vez exhalan un espíritu común. Una pieza más, la obra de Armand, realizada con madera y gres y Mirar sin prisa de Ana, que constituye casi una mini instalación donde el protagonismo material recae en la cerámica, la brea y la cal. En ambas obras, la importancia del material utilizado, que recurre a elementos primarios, asociados a la tierra y al territorio, constituye la esencia de su propuesta estética. Contraponer ambas obras, nos sirve también para ver como relatos y estéticas en apariencia diferentes, comparten la misma posición propia de ese gótico vitalista tan esencialmente valenciano. Una propuesta en escultura orgánica frente a otra que parte de estructuras ortogonales propias de la edificación racional y práctica de la arquitectura popular. En ambas se percibe esa necesidad vital de vivir, de habitar y de transformar. En ambas se proclama la mediterraneidad, donde elementos como el agua y la luz, están muy presentes, a pesar de su ausencia, o precisamente por ella.

Alfredo Llorens, nos conecta con el pasado histórico y a la vez con el presente, a través de su Retrato yacente del insigne arquitecto D. Rafael Guastavino Moreno. Su pieza hace alusión al arquitecto valenciano que marcó una tendencia y tuvo una notable influencia en la arquitectura y en la delimitación de una determinada estética definidora de la ciudad de Nueva York. Un estilo gótico, casi espiritual, contenido pero repleto de vitalismo mediterráneo que el autor traslada al metro de Nueva York. La pieza en su homenaje, su cabeza sobre un cojín rojo juega con en esa misma línea de sobriedad latente tras la que se esconden una intensas ganas de vivir. Solo hay que rascar un poco en la biografía del personaje para corroborarlo.

Leonardo Gómez y Susana Rodríguez, presentan un juego visual contenido y muy interesante con su pieza Nacionalismo Daltónico donde, con unas pequeñas piezas de gres, juegan a simular banderas monocromáticas. Un juego muy interesante que podría recordarnos al efecto del sol sobre las banderas que llevan demasiado tiempo expuestas en un balcón. La idea de que tanto el color como la identidad son efímeras, está detrás de esta sutil reflexión, que con los recursos justos, casi desde un minimalismo conceptual que está a punto de insertar la pieza en una estética propia del espiritualismo gótico nórdico, de no ser porque de inmediato, recordamos que el material utilizado, el gres, nos remite de nuevo a la tradición cultural valenciana y del que no podemos evitar asociar ese sentido vital y conectado a lo corpóreo, que nos devuelve la pieza a su lugar.

Por último, dentro de esta línea estética de vitalismo de herencia gótica, encontramos la sencilla y solemne pieza de Jaume Chornet, Los jueves, milagro. Un pequeño fragmento de vídeo apropiado y tratado digitalmente, que recoge el dramático e intenso momento de la destrucción de la Iglesia de Pinedo. La destrucción de un símbolo identitario y la destrucción de una cultura vital, de un pueblo, para ser disuelto en una maraña urbana descontextualizada y deslocalizada, y también con una estética deliberadamente despersonalizada, para ahondar en el proceso de disolución cultural en marcha. A pesar del dramatismo de la escena, la presentación de la pieza no redunda precisamente en la exageración o el dramatismo, sino que lo hace desde una contención manifiesta, centrada en el mensaje y su reiteración, pero donde emana la necesidad vitalista de la esperanza, que se contrapone una y otra vez al plano de la destrucción. La iglesia se destruye una y otra vez en la pieza, pero al mismo tiempo, se vuelve a reconstruir una y otra vez, en un grito contenido y sutil de esperanza, de deseo de recuperación cultural, de supervivencia, frente a los imparables procesos de disolución de la cultura valenciana ya en marcha.

Con esta pieza hemos concluido el recorrido por las obras de la exposición, que investigan visualmente sobre la identidad valenciana. Y lo hacen desde posiciones diferentes y puntos de partida, en ocasiones alejados, pero que tienen en común una mirada estética que los conecta con una de las dos tradiciones visuales del arte valenciano, la del vitalismo gótico mediterráneo.

Frente a este grupo de obras, podemos contraponer el trabajo de otro grupo de artistas he decidido englobar dentro de la corriente estética de la hipérbole vitalista barroca. Un modelo estético que se nutre de esa tradición que nace en el barroco y que pervive a través del costumbrismo pictórico y de la cultura popular y festiva y acaba impregnando al arte contemporáneo, que no puede, ni debe, escapar de ella tampoco. De nuevo, frente al barroquismo dramático, los valencianos construimos un barroquismo hipertrofiado e hiperbólico, donde la exageración se conecta a unas intensas ganas de relacionarnos con el mundo, de ser parte del mundo.
Profundamente hiperbólica es la propuesta de Elías Pérez García. Sus piezas, de Un teatro de perros y Los perros no saben de banderas juegan a crear un artificio y se estructuran como un elemento escenográfico, donde su finalidad es precisamente crear una imagen fotográfica a partir de ellas. El guiño del juego humorístico de introducir los zapatos rojos de tacón a uno de los galgos morados sobre ese fondo azabache crea una dinámica estética muy propia de la estética hiperbólica barroca valenciana. El juego metafórico de los perros izando la bandera norteamericana al revés, repleta de referencias a la cultura visual fotográfica, incide en la idea de la propia exageración patriótica que necesitan, especialmente las identidades construidas que ejercen el poder sobre sobre otras identidades diluidas que acentúan su sentido comunitario casi en pequeños gestos anecdóticos y desapercibidos.

La estética identitaria valenciana, el arte valenciano en general, se mueve entre estos dos ejes, que lógicamente son generalizaciones teóricas. Pero la teoría se construye para comprender mejor las realidades sobre las que se forma el mundo, y obviamente, a su vez contribuye a la forja de ese mundo.



Alfredo Guillamón, recurre a un elemento visual de la imaginería costumbrista valenciana, la peineta, para establecer un juego entre los códigos visuales del pasado y los códigos del presente en su obra El ritual en la era virtual. Situar la peineta dorada en ese marco negro y solemne, casi como un juego propio de la pintura tenebrista, implica un ensalzamiento del simbolismo asociado a uno de los objetos con mayor carga identitaria visual de toda la exposición. El juego de integrar el código QR grabado sobre la misma, integra una escala de relaciones en ese marco de revisitar la tradición, que mantiene enormes posibilidades. Yo mismo jugaba a imaginar dispositivos de identificación asociados al código que nos llevasen al Instagram personal de la portadora o portador, claro está, en una hiperbólica representación identitaria del yo virtual y público, frente al yo real que paseo ensalzando las estéticas de mi identidad colectiva como valenciana, frente a mi identidad individual en las redes. Sin duda un juego muy estimulante, de llevarlo a cabo.

El pequeño fragmento de vídeo que presenta José Juan Martínez recurre a una serie de lugares comunes de la visualidad identitària de la huerta de València, que resulta sin duda fascinante por su aparente sencillez, y sin embargo su excelsa puesta en escena barroca. Su pieza Apolo, constituye todo un palimpsesto neobarroco, en el que a todo se le ha dado un segundo juego de significados visuales, a poco que uno mire con habilidad. El ingenio, en apariencia descuidado, de colocar sobre un fondo en el que sucesivos planos van constituyendo mensajes latentes muy poderosos. Al fondo la ciudad, que se asoma creciendo como una amenaza turbia sobre la escasa huerta que se percibe entre ese fondo urbano y el espacio sobre el que descansa el improvisado espantapájaros. La cruz y el tendido eléctrico de los cables de alta tensión acentúan todavía más la tensión percibida en ese ejercicio visual recargado y barroco, repleto de elementos simbólicos. El lugar en el que sucede todo, es un espacio indeterminado, propio del paisaje de la huerta de València. Un recinto vallado, creando una nueva capa de fondo y sobre una superficie asfaltada, el supuesto espantapájaros construido con una sombrilla de una horchatería valenciana, un casco de motorista y unos cd colgados de hilos. La imagen no puede ser más barroca y cargada de humor sarcástico y a la vez anunciadora de un terrible presagio. Un espantapájaros sobre el asfalto pierde toda su función protectora y denota en un guiño de defensa hacia la amenaza de disolución que asoma desde el fondo de la imagen, en un juego imposible y absurdo clamando por defender la huerta desde el absurdo, de unos pájaros no tan inocentes como los que se comen las cosechas para sobrevivir.

Mar Juan Tortosa, recurre a la memoria visual, a través de su pieza-instalación Feliseta, sense registre (meitat del segle XX) / Objecte de protecció, sense registre (finals del segle XX). Agulla imperdible i cinta roja / Memòria històrica, 2022. Tela, agulla imperdible, cinta roja i medalla de plata. A partir de esta selección de objetos de la memoria, plantea de qué forma se construye muchas veces la identidad, a partir de simbolismos vinculados a creencias y fetiches que se incorporan a la memoria visual y se mantienen a pesar de los años, más por su recorrido estético que por la creencia real en el fetiche. En definitiva, se trata de prácticas rituales cuya finalidad es crear un lazo estético de pertenencia, comunidad y protección. Un relato profundamente identitario que la autora presenta recargado de simbolismo y casi en un escenario teatralizado, tan propio de la misma práctica, constituyendo una propuesta enclavada en el barroquismo vitalista y costumbrista de la tradición estética valenciana.

Ramona Rodríguez-López y su Sonoridad valenciana, genera también un relato barroco y costumbrista, desde el mismo planteamiento visual de la pieza, mas allá incluso de que empecemos a ejercer de activadores de la pieza sonora con nuestra acción sobre el sensor del mapa. Efectivamente, un mapa urbano de la ciudad de valencia, donde se recoge un mapa sonoro de algunos de los espacios más relevantes y vivos de la ciudad. Si algo caracteriza también a la identidad valenciana y su forma de vivir y relacionarse con el mundo, es precisamente la del sonido hiperbólico al que va asociada nuestra forma de vivir. Nuestros pueblos y ciudades no son precisamente remansos de paz y silencio. A poco que uno quiera trabajar desde el sonido su mirada artística hacia la identidad propia, va a recabar en el espíritu vitalista barroco y costumbrista, que compartimos con otras culturas mediterráneas, solo que hay que darse un paseo por Palermo, por ejemplo. No es necesario elegir un día especial, o una festividad, de las muchas que pueblan el calendario valenciano. Un día cualquiera, las calles, los parques, los jardines, están repletos de sonidos incesantes, vitales, excesivos e incluso de vez en cuando atronadores, sin venir a cuento, o quizá sí. De nuevo resurge el espíritu hiperbólico en nuestra excesiva sonoridad, que no es otra cosa que una postura estética, una forma de mostrarnos al mundo y de construir nuestra posición en el mundo. Quizá un intento desesperado de evitar ser finalmente diluidos.

En una línea similar, convirtiendo de nuevo el sonido en el protagonista estético de su pieza, la obra de Iván Pérez Vidal Llamada, paisaje, cabezudo crea una puesta en escena, a partir de un elemento de estética puramente barroco, como la imagen de un cabezudo con rostro de payaso, recurriendo a las tradiciones identitarias propias, sobre la que se proyectaba una película de 16 mm con imágenes de la albufera. La pieza, rematada con unas estructuras de vidrio que en realidad necesitaban ser activadas por la acción performática propuesta, eran instrumentos de reclamos de pájaros, que generaban sonidos que se mezclaban con el característico sonido del proyector y de las bovinas de la película, generando una dimensión mágica, de carácter aparentemente contenido, pero de resultados estéticos hiperbólicos y vitalistas, tanto en su teatralizada puesta en escena, como en su propuesta visual como pieza.

Por su parte, David Mascarell Palau juega con su obra Identity in process a construir multiplicidad de significados, entre el universo digital de las redes sociales y la tradición de las fiestas populares proyectadas en una nueva dimensión de significados en el mundo virtual. Se crea una imagen hiperbólica de una fiesta, ya de por sí hiperbólica y barroca, donde se perfila una imagen identitaria paralela y todavía más compleja, que la dimensión real de la fiesta.

Martina Botella, dispara desde el barroquismo hiperbólico más profundo, con este juego visual y gamberro, que conecta con el costumbrismo hiperbólico transgresor de la tradición audiovisual y literaria valenciana, incluso fallera, en su Maremeua. Un cristo crucificado con un rostro de esqueleto hipertrofiado y el sonoro lema Maremeua, que equivale al también hiperbólico: Oh my god! norteamericano. Una exclamación muy propia de ese carácter identitario valenciano de la exageración. Una frase que se utiliza precisamente para argumentar lo exagerado de una situación o aumentar la importancia de lo que puede que no fuera tan exagerado, pero su narrativa mitológica cotidiana lo convierte en lo más.

Por su parte los Universos de Ricard Huerta, construidos a partir de poemas inéditos de Imma López Pavia, nos remiten a la poesía convertida en caligrafía y donde al sentido de los versos, le añadimos la narrativa estética que el autor consigue con sus dibujos y caligrafías. Una oda a la forma vitalista y enérgica de estar en el mundo en este rincón del mediterráneo, con alusiones a referencias cotidianas, al agua, a la luz del mediterráneo. Enmarcadas en un espacio hiperbólico de grafismos entrecruzados y donde las suaves aguadas de la acuarela emergen y se diluyen entre las sillas hipertrofiadas sobre las que caminan los poemas.

Los miembros del Colectivo NAAC construyeron una acción artística, que supuso toda una ponencia central, con su trabajo A la taula i al llit… En realidad, una intervención en el espacio público, asociada a la pieza de la exposición que consistía en una paella, que posteriormente cocinaron colectivamente documentando todo el proceso de la intervención con fotografía analógica instantánea. La acción, resulto ser todo un foto ensayo visual, de un acto que los valencianos llevamos a la hipérbole extrema, como es el de compartir una comida convertida en todo un complejo ritual social. Sin duda, la percepción estética que se deriva de este acto supone una de las estéticas visuales más profundamente identitarias que podemos escrutar en el universo del imaginario estético valenciano.

La pieza de Susana Guerrero, La Mare dels Peixos entra de lleno en la mitología narrativa de las tradiciones valencianas más profundas, y que por ello son las más universales. Como toda mitología, recurre a la hipérbole en su despliegue, construyendo esta serpiente hipertrofiada de tres cabezas y dos colas bípedas desmembradas por la poderosa espada de cerámica desde la que todavía se vierte la sangre recién expulsada. Toda una versión estética a la valenciana del imaginario barroco por excelencia de la pintura tenebrista, como son las cabezas desmembradas de Holofernes o San Juan. Susana se contiene desde la mirada contemporánea, pero no renuncia a ese barroquismo vitalista tan valenciano, que exalta de forma sutil con las tres pequeñas lenguas de fuego dorado expelidas, casi como sus almas, tras ser degolladas, sin entrar en interpretaciones más literarias del texto recogido por Enric Valor. El barroquismo de la rondalla es tal que llevaría incluso a la creación de una ópera reciente, sin olvidar que la ópera nace y se desarrolla también en el período barroco.

La propuesta del grupo de artistas O.R.G.I.A. Follarse la ciudad Vol. 3. We Love Benidorm es el culmen del barroquismo costumbrista hipertrofiado. Benidorm es la esencia de la hipertrofia y la exageración estética, desde sus enormes rascacielos hasta todo el universo estético que se cierne por sus calles repletas de turistas británicos y jubilados del interior peninsular. Las O.R.G.I.A. recogen ese legado tan estimulante y excesivo y lo sintetizan en una instalación de imágenes igualmente barrocas y una colección de postales que, aunque en apariencia se contrapongan a la estética de las famosas postales turísticas valencianas oficiales, que son el cénit de la estética barroca hipertrofiada, juegan en su misma liga y responden y continúan desde el sarcasmo intencionado, frente a la imagen convertida en sarcasmo de las postales originales. Una oda a la vertiente estética identitaria predominante con el trasfondo del icono estético por excelencia de los excesos valencianos donde especulación inmobiliaria, drogas, corrupción y fiesta desenfrenada estructuran toda una orgía estética inserta en el imaginario cultural identitario con muchas variantes, pero una misma esencia.

Por último, Sara Vilar expone sus Naranjas verdes a modo de instalación en uno de los muros de la sala. Utiliza un objeto casi fetichista respecto a la visualización identitaria valenciana como es la naranja. De nuevo recurre a la hipérbole, todo lo que rodea al cultivo y a la industria y comercialización de esta fruta tiene un punto barroco. Solo que hay rescatar las etiquetas publicitarias del producto. Pero ese espíritu hiperbólico va más allá, empezando por la producción, atestando el paisaje valenciano con enormes plantaciones. Si de alguna manera pudiéramos contraponer el vitalismo gótico frente al costumbrismo hiperbólico en la estética de los paisajes agrícolas valencianos, la naranja sería el segundo, en todo su exceso y esplendor. Un esplendor que iría acompañado de la construcción de masías asociadas a esos grandes nuevos agricultores enriquecidos. Y frente a este, el paisaje de la huerta, con sus pequeños minifundios estructurados y ordenados por el sistema de acequias y el ritmo geométrico de sus estructuras y sus modestas y pragmáticas alquerías, todo a la medida de lo humano, sin abandonar el vitalismo necesario para impulsarlo.
En conclusión, hemos establecido una primera hipótesis de trabajo en la construcción de una teoría dual de las estéticas identitarias valencianas, que basculan entre dos ejes con muchas características comunes, pero una diferente actitud frente a la misma esencia vitalista. La estética identitaria valenciana, el arte valenciano en general, se mueve entre estos dos ejes, que lógicamente son generalizaciones teóricas. Pero la teoría se construye para comprender mejor las realidades sobre las que se forma el mundo, y obviamente, a su vez contribuye a la forja de ese mundo. De esta forma, esta propuesta teórica, a modo de breve ensayo introductoria que se formulará completa en textos posteriores, establece un punto de partida reflexivo sobre la forma en la que se manifiesta la estética valenciana en el arte contemporáneo.

Ricard Ramon
Universitat de València
IP del proyecto IDENTITART
Coordinador de Efímere. Unidad Mixta de Investigación UV+UPV
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Ricard Ramon


Escribo como necesidad vital, investigo como pasión artística, fotografío como forma de definir mundos y escribir en colores, educo como forma de compartir esos mundos. Todo con la idea de crear nuevos mundos, dado que el mundo no existe.



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Escritor de filosofías de ficción posibles. Concibo la literatura, la fotografía y la investigación como una sola cosa en constante conexión. Investigo y doy clases de educación artística en la Universitat de València.

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